martes, 8 de mayo de 2018

El Walsmer


                             El Walsmer

Un día común como ningún otro, en invierno, yo, Jack, decidí comprar una mascota para mi familia. Jimmy, mi hijo, quería un lindo perrito para poder cuidar de él y pasearlo, pero en cambio mi esposa Juana quería un gato para poder terminar, por fin, la plaga de ratas que había en nuestra casa. Yo, dispuesto a gastar el dinero necesario para mi familia, decidí ir a la gran ciudad para encontrar a la veterinaria de la que todas las personas del barrio hablaban. Una vez adentro, me atendió un señor de 78 años, pelo largo y blanco,  muchas arrugas y proveniente de China:
-Hola-me dijo-¿acaso usted querría comprar algo de esta tienda?
-Sí. Estaba buscando un animal que fuera amigable, bueno, tierno y agradable…
-Mmmm….-se intrigó el señor-¿Qué le parece este adorable hámster?
-Y ¿Qué hay con ese otro de allí?- dije, señalando con el dedo una caja donde se podía ver apenas unas patas con pelaje blanco y dos ojos grandes y saltones.
-Ese no está a la venta-dijo el señor frunciendo el rostro.
-Le daré todo el dinero que desee a cambio de ese extraño animal.
-¿Todo el dinero que desee? – preguntó intrigado por la propuesta-
-Sí -le dije- solo  deseo una mascota para mi familia.
El hombre, codicioso, aceptó.
El señor se acercó a la caja que antes había señalado. Había un animal que nunca había visto ni por la televisión ni ninguna otra parte. Desde mi posición se podía ver a un animal muy pequeño, muy asustado e indefenso.
-Solo hay tres cosas que nunca le debes dar o hacer a este “animal”-me dijo, cambiando totalmente su cara ambiciosa por una cara preocupada y seria.
- Primero, nunca le debes dar agua a este animal; segundo, nunca lo tienes que exponer a ningún tipo de luz cegadora o al sol. Si lo haces, el animal se morirá y, por último, nunca pero nunca debes de darle de comer a la mañana.
Sin preguntarle por qué no debía hacer esas cosas, lo tomé, sin poder verlo por la falta de luz, y me dirigí al auto. Justo antes de cruzar la puerta, el señor me dijo:
-Nunca debiste de haber comprado al demonio en persona- me gritó, con una risa malvada. La puerta del veterinario se cerró y el cielo comenzó a tornarse nublado.
Yo, en ese momento, lo único que pensé era volver a mi casa para mostrarle la nueva mascota a mi familia.
Luego de entrar al auto, saqué la tapa de cartón que cubría la caja y pude observar a la criatura: Era de ojos muy grandes y redondos, tenía mucho pelaje de color blanco, patas traseras pequeñas; patas delanteras medianamente largas, sin nariz y con boca mediana.
Luego de ver a la extraña criatura que tenía ante mis ojos, arranqué el auto rumbo a mi casa y dejé a la extraña criatura al lado del asiento del conductor con la tapa cerrada.
Cuando llegué a mi casa, las nubes estaban negras y llovía como si  nunca volviera a llover.
Entre, estaba todo empapado, me saqué la campera y fui a mostrarle el nuevo animal que había comprado para mi familia.
Juana, raramente, estaba jugando en la computadora con Jimmy.
-Hola, amor-le dije - ¿Cómo has estado?
-Hola, Jack-me dijo-estoy un poco preocupada por el tema de las ratas.
-Bueno-le dije con cara alegre-ya no más.
Y le mostré la caja donde estaba el animal.
-Guauuuuu-dijo Jimmy-¿Qué es? ¿Es un lémur? ¿Tiene nombre?
-No se qué es-le dije con cara pensativa- pero si quieres, le puedes poner nombre.
-Mmmm…-dijo Jimmy- Le pondré Walsmer!
-Bien-le dije preguntándome por qué le había puesto ese nombre-pero hay tres cosas que nunca debes de hacerle al animal-y le conté lo que nunca le tenía que hacerle. Luego,  Jimmy me dio un beso y se fue para su cuarto con el Walsmer en sus manos.
Luego, a la mañana, Juana y yo estábamos hablando y, de repente, escuchamos un grito de Jimmy que provenía de su cuarto.
Juana y yo decidimos ir corriendo a su cuarto y pudimos ver cómo Jimmy estaba tapado hasta la cabeza en su cama temblando y al lado de su biblioteca estaba el Walsmer comiéndose una rata.
-         ¡JIMMY! ¿ESTÁS BIEN?-le dije gritando, y fue en ese momento en el que el Walsmer se dio vuelta y no era el mismo que antes. Había cambiado de apariencia en un instante, tenía la cara de un diablo, los ojos de color rojo, las orejas erguidas como las de un perro enojado, el pelaje gris y la boca llena de sangre por haber mordido una rata.
En ese momento fue cuando Juana y yo agarramos a Jimmy y nos dirigimos a la puerta para salir de allí. Entonces, cuando las puertas se cerraron, como por arte de magia,  vimos a  otro Walsmer en la puerta con esos ojos rojos como los de un diablo.
Corrimos para el sótano y cerramos la puerta.
-¿Qué son esas cosas?-dije temblando de miedo como nunca lo había hecho en mi vida-¿Es eso el Walsmer?¿Por qué son tantos?
-Es mi culpa-dijo Jimmy muy arrepentido- Yo le di de tomar agua ayer a la noche, estaba llorando y la pidió. Cuando tomó el agua, se duplicó y luego salieron muchos más de allí. No pensé que fueran una amenaza, así que me fui a dormir sin pensar que ellos harían algo como eso.
Jimmy se puso a llorar desconsoladamente. Juana y yo lo tranquilizamos y fue en ese momento que a Juana se le ocurrió una idea:
-Ya sé como derrotarlos-dijo Juana- Tú dijiste que la luz cegadora los matarían ¿no?
Fue en ese momento en que le di un beso a Juana y todos empezamos a buscar la lámpara que había guardado la otra vez. En la oscuridad, pude encontrarla dentro de una caja.  La idea era iluminar con ella, así todos los clones se morirían al instante.
En ese momento, nosotros nos preparamos para lo peor, pero estábamos dispuestos a enfrentarnos a todos los Walsmer que fueran necesarios. Fuimos corriendo para el cuarto de Jimmy donde estaba el Walsmer de la tienda.
Una vez adentro, lo vimos detrás de la cama y todos agarramos la linterna y lo matamos. En ese momento fue que dejó de llover y no se veía a ninguno más por la casa.
Llamamos a la policía. Vino tres minutos después de que llamáramos y luego vinieron los militares para llevarse todos los datos que hicieron falta. Nos pidieron que nunca más habláramos de lo que sucedió ese día.
Ignacio Novo