La jeringa amarilla
En una fría noche de Junio. Román miraba la
televisión, cuando su amigo lo llamó.
-Hola
Romí. Te quería preguntar si tenés ganas de ir al cine para ver algo.
-Dale
Carlos, me cambio y nos encontramos allá.
Ya
vestido y bañado, Román salía por la puerta de su apartamento, cerrándola con
llave y dirigiéndose al cine en su auto.
Una
vez allí, los dos amigos decidieron ver una película muy interesante que se
trataba de un conflicto entre dos países vecinos.
Ya
esperando en la fila, mientras Carlos le contaba una anécdota, Román pudo ver a
un señor de apariencia muy extraña. Este tenía puesta una bata y pantalones de
laboratorio, una gorra que no permitía ver su rostro y unas zapatillas con
mucha tierra. Acercándose lentamente, les pregunto a ambos:
-¿Quieren
probar una especie de…… “viaje” dentro de la película muchachos?- le dice el
hombre con una sonrisa un poco malévola.
-¿Qué
es y cómo se usa?-preguntan ambos intrigados.
-Es
un producto en fase de desarrollo, que al inyectarse hace imaginar al individuo
como si estuviera dentro de una película de acción y solo por el increíble
precio de 100 pesos cada uno.-
Román
y Carlos se miraron, dudosamente, y asintieron.
El
vendedor saca una jeringa de su bolsillo, la cual contenía una sustancia de
color amarilla, y se la inyecta a ambos. Mientras el señor se iba, la fila
avanzaba para entrar a la sala. A Carlos se le notaba entusiasmado por saber
cómo se sentiría el “viaje”, mientras que Román, estaba un poco asustado por la
decisión que había tomado de inyectarse.
Luego
de terminar la película, ambos se sentían muy timados. Ninguno de los dos había
estado “dentro de la película” como había mencionado el hombre. Cabizbajos, se fueron a sus casas.
A
la mañana siguiente, mientras Román veía la televisión, una noticia de último
momento lo asustó. Se trataba de un gran conflicto entre Brasil y Argentina
sobre un muy veloz ataque de las tropas brasileñas sobre Misiones, donde el
Congreso de la Nación había tomado cartas en el asunto, y que también, se
necesitaba personas que sepan usar armas para poder defender a su nación.
Román
no dudó en llamar a Carlos para contarle los hechos y decirle que se uniría a
la armada y él, le dijo que lo acompañaría. Los dos fueron al ejército y allí
les enseñaron lo básico. Desde poder defenderse hasta como se debe usar un arma. Ambos se mantenían
muy unidos y, luego de un par de semanas de entrenamiento, ya estaban listos
para poder ir a defender a su nación. Los dos fueron informados que, para poder
trasladarse a Misiones, se necesitaba aviones de combate. Les dijeron que no
podían ir en el mismo avión. Carlos y Román se despidieron dándose un gran
abrazo y luego cada uno subió a su avión
indicado.
A
cientos de kilómetros por hora, por el cielo, los amigos apenas podían
distinguirse.
De
repente, como una bandada de pájaro negros, diez aviones enemigos comenzaron a
atacarlos, y sin tiempo ni para pestañar, sus compañeros fueron derribados uno
a uno. Román vio estallar por el aire al avión de su amigo. Paralizado por el
destello de fuego, vio por el rabillo del ojo, una sombra negra que se dirigía
hacia él. Era otro misil enemigo. Cerró sus ojos fuertemente y pensó que era
momento de creer en Dios. Segundos después, sus ojos se abrieron y una luz
destellante lo encegueció. Pensó: “Esto se debe sentirse estar muerto”.
Un
instante más tarde, escuchó una voz desde lejos y dos manos que lo sacudían con
fuerza.
De
a poco, las imágenes se fueron poniendo más nítidas. Reconoció la cara de su
amigo. Reconoció el sonido que escuchaba, la pantalla y las butacas. Estaba en
el cine. Nunca había salido de allí. Ambos habían experimentado un increíble
viaje que los sumergió en la película.