martes, 28 de mayo de 2019

La jeringa amarilla


                 La jeringa amarilla

 En una fría noche de Junio. Román miraba la televisión, cuando su amigo lo llamó.

-Hola Romí. Te quería preguntar si tenés ganas de ir al cine para ver algo.

-Dale Carlos, me cambio y nos encontramos allá.

Ya vestido y bañado, Román salía por la puerta de su apartamento, cerrándola con llave y dirigiéndose al cine en su auto.
Una vez allí, los dos amigos decidieron ver una película muy interesante que se trataba de un conflicto entre dos países vecinos.
Ya esperando en la fila, mientras Carlos le contaba una anécdota, Román pudo ver a un señor de apariencia muy extraña. Este tenía puesta una bata y pantalones de laboratorio, una gorra que no permitía ver su rostro y unas zapatillas con mucha tierra. Acercándose lentamente, les pregunto a ambos:

-¿Quieren probar una especie de…… “viaje” dentro de la película muchachos?- le dice el hombre con una sonrisa un poco malévola.

-¿Qué es y cómo se usa?-preguntan ambos intrigados.

-Es un producto en fase de desarrollo, que al inyectarse hace imaginar al individuo como si estuviera dentro de una película de acción y solo por el increíble precio de 100 pesos cada uno.-
Román y Carlos se miraron, dudosamente, y asintieron.
El vendedor saca una jeringa de su bolsillo, la cual contenía una sustancia de color amarilla, y se la inyecta a ambos. Mientras el señor se iba, la fila avanzaba para entrar a la sala. A Carlos se le notaba entusiasmado por saber cómo se sentiría el “viaje”, mientras que Román, estaba un poco asustado por la decisión que había tomado de inyectarse.
Luego de terminar la película, ambos se sentían muy timados. Ninguno de los dos había estado “dentro de la película” como había mencionado el hombre. Cabizbajos,  se fueron a sus casas.
A la mañana siguiente, mientras Román veía la televisión, una noticia de último momento lo asustó. Se trataba de un gran conflicto entre Brasil y Argentina sobre un muy veloz ataque de las tropas brasileñas sobre Misiones, donde el Congreso de la Nación había tomado cartas en el asunto, y que también, se necesitaba personas que sepan usar armas para poder defender a su nación.
Román no dudó en llamar a Carlos para contarle los hechos y decirle que se uniría a la armada y él, le dijo que lo acompañaría. Los dos fueron al ejército y allí les enseñaron lo básico. Desde poder defenderse hasta  como se debe usar un arma. Ambos se mantenían muy unidos y, luego de un par de semanas de entrenamiento, ya estaban listos para poder ir a defender a su nación. Los dos fueron informados que, para poder trasladarse a Misiones, se necesitaba aviones de combate. Les dijeron que no podían ir en el mismo avión. Carlos y Román se despidieron dándose un gran abrazo y luego cada  uno subió a su avión indicado.
A cientos de kilómetros por hora, por el cielo, los amigos apenas podían distinguirse.
De repente, como una bandada de pájaro negros, diez aviones enemigos comenzaron a atacarlos, y sin tiempo ni para pestañar, sus compañeros fueron derribados uno a uno. Román vio estallar por el aire al avión de su amigo. Paralizado por el destello de fuego, vio por el rabillo del ojo, una sombra negra que se dirigía hacia él. Era otro misil enemigo. Cerró sus ojos fuertemente y pensó que era momento de creer en Dios. Segundos después, sus ojos se abrieron y una luz destellante lo encegueció. Pensó: “Esto se debe sentirse estar muerto”.
Un instante más tarde, escuchó una voz desde lejos y dos manos que lo sacudían con fuerza.
De a poco, las imágenes se fueron poniendo más nítidas. Reconoció la cara de su amigo. Reconoció el sonido que escuchaba, la pantalla y las butacas. Estaba en el cine. Nunca había salido de allí. Ambos habían experimentado un increíble viaje que los sumergió en la película.

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